Aprendido a subir y bajar esta montaña

Por Soledad Hott (@solehott)

Amo el deporte al aire libre por sobre todas las cosas, amo estar perdida en la montaña sin señal por días, amo el cansancio después de horas de caminar en la naturaleza y amo todas las historias que esos viajes recolectan. Cuando comencé la cuarentena voluntaria, venía llegando de estar cinco días en el valle de Cochamó. Cómo voy a aguantar dos semanas encerrada, pensé. Sin correr, sin ver a mis amigos, sin jugar con mis sobrinos, o simplemente, sin tener la libertad de salir de mi casa. Y como si se tratara de una montaña, veía todo cuesta arriba. 

A mí me tocó vivir la cuarentena sola, y con la mentalidad del regalo de la cima, elegí no sufrir la subida, sino más bien disfrutarla, entenderla y aceptarla. Todo lo que sube tiene que bajar, y todo aquel que sube una montaña, sabe que llegar arriba es solo la mitad del trabajo. Y bajarla, quizás sea la parte más difícil. 

No sé cuál será la cima de esta montaña que nos sorprendió a todos. Cuesta arriba aprendimos a vivir con el encierro, nos acostumbramos a esta nueva rutina, al teletrabajo, a no ver a nuestros seres queridos, a echar de menos a los amigos, a valorar cada kilómetro que corrimos, a extrañar algo tan simple como ir a comprar pan a la esquina o conversar horas con tu conserje cuando llegas del trabajo. 

Cuesta arriba valoramos más cosas que antes, aunque suene a cliché, y cuando volvamos a la “normalidad” no seremos los mismos. Un viaje a la montaña siempre te cambia, y esta pandemia no será diferente. Nadie dijo que llegar a la cima sería fácil, y superar esto tampoco lo será. Pero allá afuera se aprenden cosas, y acá adentro, también lo estamos haciendo. 

Descubrí que el teletrabajo no me incomoda, que extraño a mi jefa y mis compañeros de trabajo son más que solo compañeros. Que amo mi casa, que me gusta más un sillón que el otro, que me faltan muchos utensilios de cocina, que tengo más cucharas que tenedores y que el vecino de arriba hace mucho ruido. Mi conserje favorito me llama una vez al día solo para saber cómo estoy, y si no me llama, bajo a verlo (guardando las distancias por supuesto).

Soy más amiga de mis amigos hoy, cocino todos los días, aprendí a hacer panqueques de plátano sin harina, mejoré mi receta de brownies, me acuesto más temprano, me ducho más largo, echo de menos el fútbol y al Mago Valdivia, y el domingo sigue siendo domingo. 

Como una mujer de rutinas, me costó entenderlo. Me levantaba tres veces a la semana a nadar a las 6AM, y corría todos los días, sin excusa alguna, pero por gusto. No dejé de hacer deporte, me adapté. Tengo una trotadora y @PaulaOrdovas me despierta por las mañanas desde España con sus rutinas de ejercicios. De alguna forma, se llega a la cima. El tema, ahora, es el regreso. 

El encierro también nos lleva a pensar en qué haremos cuando volvamos a la realidad, o la nueva realidad. Quiero abrazar a mis amigas, comer croquetas de jamón serrano en el Balbona, desayunar en Elkika después de un largo, irme al sur a mi casa, hacerme una manicure de verdad, nadar dos mil metros sin quejarme, caminar a mi trabajo, ver a mis hermanas en vivo y pasar un domingo echada en mi cama sin salir, pero porque no quiero salir. No tener videollamadas por un mes y celebrar mi cumpleaños con toda mi gente como lo hago cada año, con la torta de mi mamá que manda desde el sur, pero para llegar a eso todavía queda la parte más dura, la bajada. La buena noticia, es un camino que ya recorriste, ahora solo debes cambiar el objetivo. 

Volver. Todo de nuevo, pero agradecerás cada kilómetro que caminaste. Todos los días de encierro que viviste, las horas que pensaste “ya no aguanto más”, pero aún así, al día siguiente te levantaste, te vestiste, le pusiste la mejor cara al coronavirus y una semana más quedó atrás. Correr al aire libre se extraña aún cuando puedes hacerlo, eso no cambiará. Y la copa de vino no te ha abandonado en estos días, y tampoco lo hará.

Llegaste a la cima, estás arriba. Nos queda la mitad del viaje, pero al final del día…esas son las mejores historias. Todo lo que sube tiene que bajar. Y esto también pasará. 

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