por Daniela Paz
Unos días antes de la carrera había escuchado que “el maratón era como el vino”, qué bueno pensé, como ya tengo experiencia, éste sí que me saldrá bien, o más fácil, como también ya le había escuchado a varias amigas que corren. Pero no, todo salió cuesta arriba y me arrepentí varias veces, pero como siempre, ver la meta hace que todo vale la pena, acá les dejo una reflexión de este nuevo 42,195km.
Como se sabe mundialmente, el año 2020 fue difícil, en todo sentido. Personalmente no tengo mucho de qué quejarme, pase las cuarentenas de forma tranquila, pero sin correr, como varios. Cuando retomé cerca de septiembre, fue difícil, pero agradecí que mi cuerpo tuviera memoria y el regreso a las pistas no fue tan complicado.
Con eso en menté me inscribí para la que sería mi
cuarto maratón, Chicago 2021. Mi segunda vez en esa ciudad y con esperanza que
no volviera a llover (no fue así). Comencé el entrenamiento cerca de mayo,
buena fecha esperando hasta octubre, cuando tuve mi primera mala noticia. Me tenía
que operar.
Entonces cerca de junio paré cerca de cinco semanas por una operación de
vesícula, que me salió media complicada y que tuvo una segunda patita y un mes
después, vuelva a la camilla. En total estuve unas cinco semanas sin poder
correr, y restando bastante de mi entrenamiento.
El tiempo corto que tuve para entrenar me dejó sin hacer largos. Sólo corrí una
vez 27km, un par de veces 24km y con esto tuve que confiar en que todo saldría
bien. Mis piernas ya sabían de maratones, me decía para tratar de
tranquilizarme. Mentira.
El viaje a Chicago estuvo tranquilo, con mascarillas, varias escalas, pero feliz de poder mirar el cielo desde el avión, de escuchar otro idioma y siendo muy agradecida de lo que estaba viviendo a cada rato. Previo al maratón disfrutamos de la ciudad, corrimos con mi amiga Sole Hott por los parques, vitrineamos las casas lindas y terminábamos siempre con un café. Juntas nos tranquilizábamos y nos dábamos ánimo para lo que se venía.
El día del maratón partimos temprano, tomamos el metro, donde todos nos mirábamos con algo de compasión, pensando que se nos venía una gran desafío. En la largada nos sentamos en el suelo, había una persona que se escuchaba en los parlantes y daba ánimo, sonó Born to run de Bruce Springsteen y me emocioné en un momento.
Partimos y con Sole íbamos comentando mientras le dábamos, el calor era insoportable, cerca de los 24 grados y un viento tibio, pero fuerte, no ayudaba nada. A los 5k perdí mi jockey, pero igual quería ya deshacerme de él, porque sentía que transpiraba sin parar.
Cerca de los 15k le pregunto a mi amiga cómo iba, CANSADA me contestó. Me sentí aliviada porque iba igual. Ahí empezaron los nervios, faltaban muchos kilómetros, hacía calor y estaba raja. También algo enojada porque sentí que mi cuerpo no me estaba respondiendo. Así que empecé a aflojar el ritmo. Cerca del kilómetro 25 nos separamos con Soledad y mi cabeza daba vueltas, ahí dije, tranquila Daniela (uno empieza a hablar sola y no paras) esto lo vas a terminar, pero tranquila. Así que me puse a caminar por primera vez. Creo que unos tres minutos. Me sirvió mucho porque mi los pensamientos me estaban poniendo mal genio y esto fue un respiro.
No tengo un GRAN recuerdo desde el 25 al 35km, pero pensé mucho en mis amigas, con las canciones que sonaban en mis audífonos me recordaban historias con ellas, eso me entretuvo bastante, pero también me sentía cada vez más agotada. En las siguientes paradas de agua caminé unos minutos más.
Cuando iba por el kilómetro 40 ya estaba aliviada, sabía que lo había logrado. Y sabía también que le había restado importancia a lo que era correr un maratón. Y me prometí no volver a correr otro con poco entrenamiento. Hay una parte casi llegando al 42k que tiene una subida del terror, ahí ya fui sólo alegría, de hecho en las fotos aparezco con una sonrisa gigante y empecé a gritar fuerte ¡VAMOOOOOOOOS! ¡YA LO HICE! Todo mezclado con unos aplausos que me daba la gente y me daba risa verme gritando.
Luego al fin vi la meta, un cartel rojo gigante me esperaba y me emocioné demasiado, pasando la meta me agarré las rodillas y me puse a llorar, tanto que un momento me ahogué y me costaba respirar. Ahora de recordarlo me vuelvo a emocionar porque el maratón es algo muy lindo y tan difícil que te hace sentir muy poderosa, resiliente y con un gran orgullo de ti misma. Pero aunque terminando le dije a mi amiga Sole que nunca volvería a correr uno, sé que lo volveré a hacer, porque bueno, una es como es, y cuando te tomas cariño a lo que te entrega el correr, no lo dejas atrás. De todas maneras, estoy feliz de correr los 21k que vengan.